miércoles, 5 de febrero de 2014

Vicios de buena diversión y malos libros.

Casi cualquiera -me atrevo a aventurar- que se haya metido con un lápiz (y ni hablar si además se anima con la Olivetti) tiene debilidad por H. P. Lovecraft, con todos los peros que acarrea. Así que, para no ser menos, ahí quedan unos diseños que algo tienen que ver. Omar es un niño de 10 años, fanático del imaginador de Providence. Acaba de mudarse a una casona antigua con sus padres. Julius Templeton fue el antiguo dueño de la casa y creó una máquina, el Lector Entre Líneas, que puede extraer lo que hay de cierto en un texto. Por un desperfecto de diseño, quedó atrapado entre nuestro mundo y el de la literatura lovecraftiana, además de infectado con un hongo alienígena que lo hace inmortal, pero también lo mantiene atrapado entre dos mundos. Con su guía y ayuda, Omar reconstruye la máquina para liberarlo. Sideral es su mascota, venido a nuestro mundo en un primer intento de Omar por hacer funcionar la máquina. Es alquitranoso, cariñoso y polimórfico.
Y ahí queda. Es apenas una base y un esbozo. Pero, dicen, peor es nada.